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Esos guantes, ... esas manos ...
 
quiero explicar como surgió todo ... describir qué me llevó a pedirle que lo hiciera:

Esos guantes...

Había fantaseado a solas con ellos alguna noche. Unos guantes ... de cuero, al principio. Un hombre oscuro rodeando mi cuello con sus manos enfundadas en cuero y yo, presa del pánico, no acertaba a zafarme de ellas. Inmóvil. Mi vida era importante para alguien hasta tal punto de arriesgar su libertad por sentir el placer de terminar con mi vida; ... ser un objeto de puro placer, cosa que mi razón me impide admitir. Proporcionar placer de un modo forzado, para liberarme de mi razón.

Después fantaseaba con unos guantes de látex, siempre -como la mayoría, imagino- había sentido pánico por los hospitales. Relaciono los hospitales con la muerte y no con un medio para recuperar la vida. Sobre todo por ese escenario tan aséptico y frío, decorado únicamente por azulejos indiferentes, y esos utensilios metálicos y relucientes; el color verde tan sombrío y melancólico (¿por qué no utilizarán unos tonos más llenos de vida?), el blanco impoluto y apagado que parece anunciar un mundo mejor, las camillas, esas batas cortas que dejan la espalda semidesnuda que se vuelve pálida al sentirla ... Y esos guantes de cirujano rodeando mi cuello lleno de vida y tan fino que casi con una sola mano de un hombre fuerte podría abarcarlo a falta de pocos centímetros ... Unos guantes espeluznantes y que pellizcan mi piel al acariciarla por la dificultad del látex para desplazarse con soltura ... el látex frío y torpe rozando mi palpitante piel ... esos guantes fabricados para cuidar la vida y para entrar en su maquinaria, tornan su papel y se vuelven perversamente juguetones para sobar con irreverencia, manosear con fuerza, amasar su exterior e invertir el proceso: acercar la vida a su fin para rescatarla de nuevo.

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Esas manos...

Cuando di por fin con sus fuertes manos, descubrí que no necesitaban ser vestidas. Él tiene unas manos suaves, aunque muy varoniles, con sus uñas anchas y muy recortadas. Siento pasión por Él, me he sentido en sus manos psicológicamente en muchas ocasiones. Pero no me basta, necesito sentirlo en mi piel como complemento de sus juegos ... Cuanto mas entregada a Él me siento, mayores deseos tengo de que me ponga a prueba. Al adorarle, a veces me siento una motita de polvo a su lado y en las nubes de nuestra excitación deseo pasar el examen entregándole lo que más valoro en este mundo: mi vida. Me excita esa prueba, sabiendo que en un momento dado, en el clímax de la excitación, hay una posibilidad de que cruce el límite. Él es absolutamente responsable de mí y en ese momento es en el cual se materializa por completo mi entrega hacia Él, ofreciéndole mi cuello. Y Él lo toma porque sabe que es suyo.
 
Me gusta que me preste esa excesiva atención agudizando todos sus sentidos para llevarme hasta las puertas del mundo espiritual, sin dejarme cruzarlas. Me hace sentir que soy importante para Él. Tengo algo de claustrofobia. Pero en esos momentos y con Él, el hombre que merece mi admiración y tiene toda mi confianza, descubro que tengo algo de masoquista hasta el punto de superar el resto de mis miedos.

Siento a veces ese impulso, deseo demostrarle que tiene el absoluto poder sobre mí, deseo complacerle, deseo que se sienta poderoso conmigo como le siento yo. Le llevo las manos hacia mi cuello solicitándole con mi mirada ... Él lo toma con decisión con su fuerte mano, sin apartar su mirada de la mía y, poco a poco, va cerrando su mano apretándome gradualmente ... cada vez más, ... cada vez más, ... más, ... hasta que dejo de respirar mientras me penetra, ... oleadas de placer inundan poco a poco mi cuerpo ... al sentirme indefensa ante Él. Angustia y placer, ... temor y placer, ... entrega y placer, ... placer al ser poseída por completo, ... placer al sentir su dominio absoluto sobre mí, ... placer al someterme voluntariamente a Él, ... placer, ... placer, ... y más placer ...
 
Me quedo inmóvil, quizás haya algún punto en la zona donde se provoque la inmovilidad, ... y cuando no toca ese punto me provoco yo misma la inmovilidad porque, al agitarme, sus manos de hierro se mantienen en la misma posición ... Pero Él tiene una gran capacidad de autocontrol, ya no es una prueba porque sé que Él no sería capaz de terminar con mi vida. Me doy cuenta de que a quien he de temer es a mí misma, ... pues yo deseo siempre más, pero Él es el que me premia antes de poder demostrarle hasta donde puedo llegar.

Esa sensación de sentirme poseída por completo hasta el límite, hasta recrearme en mis últimos alientos y tan sólo Él, tan sólo Él, nada más en mi cabeza. Esa liberación de mí misma, hasta el punto de dejar de ser consciente de que existo. El sentir que ya no he de cuidar de mi propia vida porque mi Hombre adorado lo hace por mi. Yo deseo que apriete mas, ... le provoco para que lo haga, ... me siento sin fuerzas, siento como suena un eco de vacío en mi cabeza, el tiempo se ha detenido, silencio absoluto, tan sólo siento las caricias de su otra mano multiplicadas por mil ...
 
Él me permite vivir. La anulación de mi mente provoca el máximo disfrute de las sensaciones. Se incrementa el placer porque me integro con Él, ... mi Dueño ...