Esas manos...
Cuando di por fin con sus fuertes manos, descubrí que no necesitaban ser vestidas. Él tiene unas manos suaves, aunque muy varoniles, con sus uñas anchas y muy recortadas. Siento pasión por Él, me he sentido en sus manos psicológicamente en muchas ocasiones. Pero no me basta, necesito sentirlo en mi piel como complemento de sus juegos ... Cuanto mas entregada a Él me siento, mayores deseos tengo de que me ponga a prueba. Al adorarle, a veces me siento una motita de polvo a su lado y en las nubes de nuestra excitación deseo pasar el examen entregándole lo que más valoro en este mundo: mi vida. Me excita esa prueba, sabiendo que en un momento dado, en el clímax de la excitación, hay una posibilidad de que cruce el límite. Él es absolutamente responsable de mí y en ese momento es en el cual se materializa por completo mi entrega hacia Él, ofreciéndole mi cuello. Y Él lo toma porque sabe que es suyo.
Me gusta que me preste esa excesiva atención agudizando todos sus sentidos para llevarme hasta las puertas del mundo espiritual, sin dejarme cruzarlas. Me hace sentir que soy importante para Él. Tengo algo de claustrofobia. Pero en esos momentos y con Él, el hombre que merece mi admiración y tiene toda mi confianza, descubro que tengo algo de masoquista hasta el punto de superar el resto de mis miedos.
Siento a veces ese impulso, deseo demostrarle que tiene el absoluto poder sobre mí, deseo complacerle, deseo que se sienta poderoso conmigo como le siento yo. Le llevo las manos hacia mi cuello solicitándole con mi mirada ... Él lo toma con decisión con su fuerte mano, sin apartar su mirada de la mía y, poco a poco, va cerrando su mano apretándome gradualmente ... cada vez más, ... cada vez más, ... más, ... hasta que dejo de respirar mientras me penetra, ... oleadas de placer inundan poco a poco mi cuerpo ... al sentirme indefensa ante Él. Angustia y placer, ... temor y placer, ... entrega y placer, ... placer al ser poseída por completo, ... placer al sentir su dominio absoluto sobre mí, ... placer al someterme voluntariamente a Él, ... placer, ... placer, ... y más placer ...
Me quedo inmóvil, quizás haya algún punto en la zona donde se provoque la inmovilidad, ... y cuando no toca ese punto me provoco yo misma la inmovilidad porque, al agitarme, sus manos de hierro se mantienen en la misma posición ... Pero Él tiene una gran capacidad de autocontrol, ya no es una prueba porque sé que Él no sería capaz de terminar con mi vida. Me doy cuenta de que a quien he de temer es a mí misma, ... pues yo deseo siempre más, pero Él es el que me premia antes de poder demostrarle hasta donde puedo llegar.
Esa sensación de sentirme poseída por completo hasta el límite, hasta recrearme en mis últimos alientos y tan sólo Él, tan sólo Él, nada más en mi cabeza. Esa liberación de mí misma, hasta el punto de dejar de ser consciente de que existo. El sentir que ya no he de cuidar de mi propia vida porque mi Hombre adorado lo hace por mi. Yo deseo que apriete mas, ... le provoco para que lo haga, ... me siento sin fuerzas, siento como suena un eco de vacío en mi cabeza, el tiempo se ha detenido, silencio absoluto, tan sólo siento las caricias de su otra mano multiplicadas por mil ...
Él me permite vivir. La anulación de mi mente provoca el máximo disfrute de las sensaciones. Se incrementa el placer porque me integro con Él, ... mi Dueño ... |